domingo, 21 de marzo de 2010

Herida por el incesto




Lo daría absolutamente todo para que cesara esta pesadilla. Esas noches inacabables son una agonía. Son una muerte. Y al día siguiente empieza de nuevo. Podría echárselo en cara a ese desgraciado que se abrocha los pantalones, pero no digo nada. Callo porque soy una niña y porque Renaud, ese hombre que me viola todas las noches y que me presta a todo aquel que me desee, es mi padre”. Quien esto cuenta es Isabelle Aubry, entonces una niña, hoy una adulta de 45 años que nos recibe en la sede de su asociación, AIVI, situada en Maisons Alfort, al sureste de París, y cuyas siglas significan Asociación Internacional de las Víctimas de Incesto. Así que sí, si leen otra vez el primer párrafo, ya lo habrán entendido. La vida de Isabelle está marcada por ese abuso que es mucho más que sexual, marca más, pues destruye desde los cimientos.

“El incesto es que tu papá querido te viola un día y al otro te hace una carantoña”
“No tengo raíces, ni familia, porque los he arrancado de mi vida para protegerme”

Un padre está para protegerte, no para follarte”. Esto es lo que viene a decir esta mujer de pelo oscuro, dicharachera, con rabia contenida aún hoy, tres décadas después de aquel infierno en el seno familiar. “A los nueve años hago por ignorar sus caricias inmundas. Ahora sé que ese escamoteo que hace conmigo mi memoria tiene un nombre: negación de la realidad. El incesto es lo increíble, lo inconcebible, lo imposible convertido en realidad. Es ni más ni menos que vuestro papá querido os viola una noche y al día siguiente os hace una carantoña. No queda más remedio que suicidarse u olvidar”.

Ella eligió otro camino: optó por contar. Ha publicado un libro autobiográfico titulado La primera vez tenía seis años… Se editó en Francia en 2008 y causó impacto en las ventas, 50.000 ejemplares en un año, y en la ley francesa, que se endureció incluyendo el incesto como tal en el Códido Penal. Ahora aparece en España, en Roca Editorial. Todo lo vivido desde sus seis años de mocosa preciosa hasta hoy, con su larga travesía, sus trastornos de víctima, sus preguntas sin respuesta (¿qué hace a un padre incestuoso, por qué el mío lo era?), su empeño en romper la ley del silencio y rehacer su vida, el nacimiento de su hijo o su matrimonio feliz actual, se narra en este libro escrito con poderío por la periodista Véronique Mougin. “Me reuní tres semanas con ella, y fue tremendo, lo pasé fatal”, cuenta. “Tuve que rememorar otra vez aquello. Le mostré fotos, mis diarios, hicimos entrevistas telefónicas… Ella transcribió lo hablado y lo contrastó luego con personas de mi entorno, mi abogado, mi vecina Françoise Abeille, que fue la que desveló todo al enterarse de lo que me sucedía y provocó la denuncia a mi padre”.

Y ahí están los detalles y las etapas de su vida expulsados como un vómito en cada página: “Siguiendo sus órdenes, aprendo a dar variedad a sus placeres. Lo primero, a chuparle el sexo. El asco me provoca arcadas…”. “A los 14 años soy una adolescente dividida en dos mitades, una está muerta y la otra sólo sueña en vivir a fondo”. “Al volver a casa de madrugada, tras las orgías, está cansado y nuestras relaciones son menos frecuentes. Soy yo, pues, quien lo empuja a ellas cuando no ocurren por iniciativa suya… La peor pesadilla es acostarme con mi padre… antes diez tíos que él”. Y así.

Y no es sólo lo que Isabelle sufre, sino lo que los demás no aprecian, no quieren ver u oír. “¿Mi madre? Ah, mientras escribía el libro, Véronique me pedía: ‘Por favor, dime algo para dotar de vida a tu madre, darle sentido’. Y yo no tenía nada, ni detalle ni gesto. Ella es el fantasma de mi primera infancia”. Tan rico, intenso y directo es su relato, que a través de él, de su historia, se podría dibujar una suerte de apuntes-retrato robot del incesto.

Uno. La víctima no suele hablar. Y eso hizo ella durante años, callar. Hasta los 14, cuando ya lo sabía todo sobre sexo, había pasado por manos de cientos de hombres y participado en mucha orgía en cama ajena. Hasta que Françoise, que sospechaba, le preguntó un día: “Isabelle, ¿tu padre hace cosas contigo?”. “Sí”, contestó ella. “Ya lo he dicho. Y el mundo no se ha hundido. Y no me he quedado muerta de repente. Pero no tardaré en morir. Cuando mi padre se entere de que he revelado nuestro secreto me matará con sus propias manos”, escribe.

Dos. El agresor es padre, tío, madre… Si ellos te quieren, será así, se vienen a decir las víctimas. “Así que me quiere mi padre, o eso creo yo. Se masturba sobre mí y me roba la infancia, pero si lo hace es porque me quiere. Así me lo dice y estoy convencida de ello”.

Tres. Incesto es una palabra oculta la mayoría de las veces y/o sustituida bajo la expresión de “abusos sexuales a menores”. Descubrir el incesto es difícil no sólo porque muchas veces no hay daño físico visible ni síntomas psicológicos diferenciados, sino porque se presenta bien enhebrado al tabú del sexo, al escándalo social, a la implicación emocional, al silencio del agresor, la victima, los familiares… Ocultación. Aislamiento. “Algo que no sucede con los abusos por parte de alguien externo; si es así, los tuyos se volcarán en protegerte…, pero si el agresor es tu pariente, entonces la víctima está completamente sola”, subraya Aubry.
Además, sobre abusos hay estadísticas. Sobre el incesto puro y duro, apenas. Se sabe que el perfil occidental de la víctima de abusos es, en el 80%, el de una niña de 6 a 15 años; el agresor, un varón (86%); se trata del padre (39%) u otro familiar (30%, ver ICEV. Revista d’Estudis de la Violència, 2008). Y que entre un 20%-25% de mujeres y un 10%-15% de hombres españoles confesaron en diversos estudios haber sufrido abusos sexuales en la infancia. “Hablamos de un problema más extendido en la sociedad de lo previamente considerado”, escribía la psicóloga Noemí Pereda, de la Universidad de Barcelona, en 2009. Aubry lo comparte. Y según la fundación canadiense Marie-Vincent, “el 90% de los incestos son ignorados”.

En el pequeño espacio para las visitas del local de AIVI tomamos café y comemos pizza, e Isabelle cuenta cómo su progenitor ejerció con ella (ejecutó, cabría decir) los tres niveles del incesto: “El primero, me usó para sí como objeto sexual; segundo, me utilizó como objeto para tener acceso a otros, para conseguir a otras mujeres, ofreciéndome a mí a cambio a sus maridos, y tercero, además me convirtió en lucrativa, me vendió directamente a otros por dinero como mercancía”.

Cuatro. Del padre protector, al padre como amenaza. Y cita, al hilo, un caso actual pendiente de la justicia con 66 inculpados: “Cambiaban a los niños y los vendían por ruedas o radios; eran moneda de cambio, es decir, que el agresor no ve al niño como su niño, sino como objeto… Yo me sentía en ese lado, y estar ahí es abominable. La percepción del otro se reduce a eso. Como algunos hombres con sus mujeres, que las creen su propiedad. Es un problema de poder, claro, un abuso de poder siempre. Como el caso Fritz, en Austria, que encerró a su hija 24 años y le hizo siete hijos…”.

Cinco. La víctima de incesto se siente culpable de lo que le sucede. “Como soy una niña encantadora, una niña tan guapa, su hija querida, soy culpable de que él me ame demasiado, de que me ame tan mal. Mi gran error es vivir”, sigue el libro. Y ahí quedan descritos los hechos, terribles; la denuncia, tan costosa; el juicio, inenarrable; las charlas con expertos, frustrantes; las relaciones familiares, rotas; las amorosas, dañadas; el psicoterapeuta que le enseñó a respetarse; su vida abocada a la prostitución en París…

Seis. Los agresores no tienen perfil psicológico común. A la pregunta: “¿Cómo pudo suceder?”, ella responde: “Mi padre era un perverso”. A la de dónde se produce el fallo, ¿en la educación, la moral…?, Isabelle dice: “Conocí bien a mis abuelos, normales, trabajadores, atentos…”. Y advierte de los mitos sobre el incestuoso. Como que es un enfermo. “La psicóloga Marie-Pierre Milcent, en Canadá, investigó este factor en agresores y concluyó que son padres igual que los demás, buenos padres, responsables, cariñosos”. Y sigue: el incestuoso no sufre de pulsiones irresistibles, no pierde el control de sí, pues el incesto se ejecuta gradualmente; no es accidental, sino planeado; y no distingue de clases sociales. “Puedo asegurarte, con las víctimas que he visto, que ocurre en todo nivel. Incluso muy alto, en políticos, y ésa es gente muy herida”. Pero, sobre todo, afirma, es inadmisible la idea del niño como provocador o consentidor, ese típico ‘algo habrá hecho’ envenenado. “No es lo mismo violación, agresión o abuso sexual que incesto porque, por la relación afectiva, el menor no se resistirá al adulto, no tiene capacidad de hacerlo y tampoco de detectar el bien o el mal en lo que le pasa, al menos hasta que crezca y sepa, si es que no lo ha borrado de su memoria por negación”.
Isabelle fue violentada por su progenitor durante dos etapas, de los 6 a los 10, y luego, en la adolescencia. Con momentos como éste, a los 12 años, cuando él decidió que era hora de desvirgarla. “…Se coloca sobre mí. Negrura infinita… No recuerdo si sentí dolor, no recuerdo si lloré. Sé que no me resistí. Igual que si me hubieran partido en dos; mi cuerpo a un lado, mi cabeza al otro. Así dejé que Renaud Aubry me asesinase en su gran lecho azul. Le obedecí porque yo era su hija y él mi padre… Y durante dos años y dos meses mi padre no se detendría”. Un sufrimiento inmenso que puede durar años sin que nadie lo aprecie o intervenga y actúa como una red de arrastre, todo lo arrasa. “Únicamente un 20% o un 30% de las víctimas de abuso sexual infantil permanecerían estables emocionalmente tras esta experiencia”, concluía la psicóloga Pereda.

Siete. Es imprescindible romper con la familia tóxica para salir adelante. Sí, otro dolor más. La relación de Isabelle con los suyos hoy es nula. “A menudo estoy muy mal. No tengo raíces, ni familia, porque los he arrancado de mi vida para protegerme, pero el luto que llevo por mi madre es atroz... Cada día hago un esfuerzo para borrar este vínculo, este amor que siento por ella”, escribe. Y le ha quedado como herencia una gran inestabilidad emocional, un trastorno bipolar, etapas de manía y depresión que la llevan a tratamiento y psicoterapia continua. “Mi ansiedad, mis miedos rondan ahí…”. ¿Y su padre? Fue juzgado y condenado a seis años, pero apenas cumplió la mitad; luego se casó, rehízo su vida. “Nunca me pidió perdón”. Él día que murió, en 2004, ella descorchó una botella de champán y brindó.

“He necesitado mucho tiempo para limpiarme y aun así me siento sucia”. Quizá por eso al leer el manuscrito del libro la primera vez montó en cólera: “No podía dar crédito a la imagen que se daba de mí misma… Entré en shock y lloré”. Pero lo asumió. Y cambió cosas: “Corregí expresiones, no me gusta llamar puta a una mujer, aunque se prostituya, es degradante”. Isabelle renació hace 35 años cuando habló por vez primera con otras víctimas: “Fue una revelación”. Por eso creó AIVI. Para hablar. Para poner palabras justas al asunto concreto. “Concedámonos la palabra” es su lema. En AIVI orientan, redirigen a afectados a psicólogos, juristas, centros… Y sensibilizan, proponen campañas, medidas de prevención. “Todas ellas pasan por una: información. Los niños deben saber; los profesionales también, y estar formados para detectarlo. Sabemos más ahora sobre violencia doméstica y pedófilos, pero nada sobre el peligro que pueden llegar a representar algunas personas cercanas”.

Y proponen estudios, sondeos científicos, rastrean lo que hay fuera: “Prácticamente nada en Europa; algo en Canadá y EE UU. Queremos datos, porque sin datos, ¿cómo actuar?”. Isabelle hasta anduvo tras Sarkozy para darle detalles tipo: “Mire usted, que en EE UU publican las consecuencias crónicas del incesto en la salud… Y con esos datos se consigue financiación para prevención, porque míreme a mí, en terapia, improductiva, cuesto dinero público… Si hubiera sido atendida de pequeña y separada de mi familia, hoy no sería así...”. Sarkozy no la recibió, pero la nombró Mujer del Año 2007. “Seguiré tras él”, se ríe. Y enseña los folletos de los congresos de AIVI en 2008 y 2009, Atender a las víctimas o Ser padre después del incesto, donde trataron su repercusión en la vida conyugal, qué sucede al tener hijos –ese miedo de toda víctima a acabar convertida en agresor– o si existe transmisión generacional. Buenas preguntas para un terreno minado. Romper el silencio será el lema de este 2010.

Hoy la vida de Isabelle está, con altibajos, en orden. “Dentro de un orden”, matiza. “Tengo un marido y un hijo adorables, y no estoy mejor ni peor que hace una década, sino diferente. Digamos que soy optimista realista, y que tengo motivaciones egoístas, sí: la asociación y esta lucha me permiten seguir, y la fuerza me la dan esos niños que… Mira, imagina una clase de una escuela, cualquiera… Te aseguro que en ella hay menores que están sufriendo ahora mismo este problema. Muchos. Y muchos callarán”. Cuántos, nadie lo sabe a ciencia cierta.

LOLA HUETE MACHADO 21/03/2010 el país.

10 comentarios:

Anónimo dijo...

Soy victima de malos tratos y abusos por parte de mi padre. no recuerdo cuando empezó, solo sé que los latigazos con el cinturon y las violaciones terminaron cuando yo tenia trece años. pero no el dolor. ese siguió atormentandome tiempo despues, con relaciones violentas, masturbaciones compulsivas, drogas e intentos de suicidio.
puedo decir que he muerto con veinte años. el viejo hacía siete años que ya no podia conseguirme,(me fui con una tia),cuando mi hermano quiso violarme en la época en que yo creia estar empezando a superar lo de mi padre.
y eso fue demasiado. no se como ocurrió, pero ese dia nació una nueva mujer: ocurriera lo que ocurriera esto se había acabado. Y nadie más me iba a intimidar, o me iba a humillar más de lo que yo misma me humillaba. Y seria la última vez que usasen mi cuerpo para desahogo de ningún tipo. Era el final.
he roto con toda mi familia biológica. ahora solo tengo a mi marido y a mi hijo, pero no necesito mas. el ave fenix renace de sus cenizas. y con dolor, como un parto, he vuelto a ser YO. y nada ni nadie me quitará el cariño que siento por mi misma. ¿quien me va a querer mas que yo?
llorad, llorad sin intentar frenaros, gritad si hace falta, pero no os quedeis con ese dolor dentro. y hablad, hablad de ello. los únicos que tienen que sentir verguenza son los agresores. el silencio es su mejor arma. desarmadles.

Anónimo dijo...

Tengo 38 años y desde hace nueve vivo en Barcelona, aunque nací y crecí en sudamerica. Fui victima de incesto por parte de mi padrastro que me reconoció legalmente a los nueve y fue ese mismo año que comenzaron los abusos. Hacia los 15 años descubrí que eso que mi papá me hacia no pasaba en otras familias, que no era "normal" y mis intento de rebeldia siempre eran reprimidos con palizas y castigos justificados por mi "rebeldia adolescente"...legué a hablar claramente de esto con él y él siempre saco a relucir el poder que tenia sobre la situación...que mi madre le amaba y jamás me creeria, que todos nos creian una familia perfecta que iba a misa cada domingo que quedaria de mentirosa y encima por ser menor de edad, no tenia alternativa de huir y que cualquier intento por mi parte seria reprimido con más violencia hacia mi y dentro de la familia...en definitiva que el peso de la estabilidad familiar pasaba por mi...intenté suicidarme a los 17 y fue peor...les hice pasar una "vergüenza terrible en las urgencias" dijo mi madre y que no me perdonaba que la policia se acercara a ellos a preguntar si habia algun problema...en mi pais en aquella época la mayoria de edad era a los 21 y una semana antes de cumplirlos, planeé mi fuga aprovechando que estudiaba mi carrera en otra ciudad...mi madre siempre me dió la espalda y cuando ella se enteró por boca de mi padrastro de lo que que pasaba decidió ayudarle a él (terapias y continuaron juntos con mi medio hermana)y ambos insistieron hasta la saciedad en que yo volviera a casa y volvieramos a ser la familia de siempre y que esas cosas ya no volverian a pasar...después de 12 años de abusos, violencia y chantage emocional diario y constante yo ya no queria saber nada de ellos, queria intentar hacer mi vida sola sin atacarlos pero que me dajaran en paz aunque continuaba necesitanto su ayuda económica para acabar la carrera. Mi madre y el lo dejaron años después y desde que vivo lejos de mi pais mi madre siempre ha intentado retomar una relación "madre-hija amigas" y los únicos comentarios al respecto han sido hace nueve años, la noche antes marchar a Barcelona "lo pasado pasó, hay que olvidar" y hace unas semanas "tengo una gran herida emocional"...estoy en terapia hace dos años después de una fuerte depresión y un segundo intento suicida y las pesadillas y contracturas (mas episodios de ansiedad,histéria y bulimia) me han llevado a escribir a mi madre y decirle todo lo que siento y creo de aquello que ella bnunca ha querido hablar...mi familia aparte de ella y mi hermana y una prima que es más que prima, amiga nunca me han llamado ni escrito un email, ni una carta....imagino que mi madre en su cobardia se ha montado una historia conveniente que provoca la indiferencia de mi entorno familiar materno...podria estar una semana escribiendo esta historia que he vivido y que aun vivo, por que si me "autoexilié" fue claramente para intentar una nueva vida. Creo, siento y pienso que me daria luz y bienestar hablar de este tema, que me ùeden ayudar y que yo tembién puedo ayudar a gente que ha sufrido esto...han pasado 17 años y es la primera vez que me encaro a mi madre y aún siento las heridas abiertas...quiero recuperar a mi familia pero a mi madre no, paso de ella, me resulta un esfuerzo demasiado magnánimo y me reconozco un persona incapaz de continuar una farsa para que mi madre no sufra...necesito compartir esto....donde os puedo contactar en Barcelona?

Anónimo dijo...

me genera admiración leer lo que ha puesto en palabras alguien que ha vivido "esto", yo tendría mucho para contar pero no puedo, no soy capaz, carezco de toda la fortaleza, de la valentía, que se evidencia en estas personas que pueden al menos poner en escritos lo que no consiguen comunicar en palabras, aveces intento verbalizarlo pero se me hacen nudos y ,es imposible. Han pasado ya varios años desde que viví "esto" y aun no consigo llamarlo por su nombre, mucho menos considerarme una "sobreviviente", de veras las y los admiro, ustedes si que saben fuertes, cariños!!!.

desde Colombia.

Miguel Adame dijo...

Hola,
Ahora te escribe otra persona que no logró hablar por varias decenas de años del abuso sexual que he vivido en mi niñez. Pero llegó el momento que me hacia trabajar mi historia y ahora hablo sin dolor y con orgullo por la que soy A PESAR DE esta experiencia traumática. Y te invito a permitirte a reflexionar: lo que te han hecho en tu niñez que todavía llamas "eso", ELLOS son los culpables, no tú: tu has sido una niña sin el poder de evitar que abusaron de ti. Entiendo tus nudos, y el paso que has realizado ahora, escribiendo al blog de Miguel es el primer paso para salir de tu aislamiento, de tu silencio, de tu nudo en la garganta. Somos miles de millones en todo el mundo que hemos vivido este crimen y solo rompiendo el silencio logramos a romper el poder de los abusadores sexuales. Cuando ellos tienen que temer que ya no nos quedamos calladas dejan probablemente de abusar de otras u otros. Y no estoy refiriéndome particularmente a la persona que abusó de ti, sino al hecho que nosotras las sobrevivientes hacemos alianzas y nos apoyamos mutuamente para salir de este aislamiento y de esta soledad, nos ayuda - a largo plazo - a vivir a partir de cierto momento una vida mucho más plena, feliz y sin dolor que con solo hablar sobre el tema estamos haciendo mucho para la prevención. Si quieres más información, artículos o desahogarte más, me puedes escribir a mi correo.
No estas sola y me tienes a tu lado para cualquier pregunta que tengas.
Brigitte

Anónimo dijo...

Apenas acabo de descubrir esta página web y me ha gustado mucho. Admiro la valentia que han tenido para contar sus historias, aun que a mi se me hace un poco más dificil puesto que soy hombre e igualmente sufri incesto, aunque me di cuenta de lo que era años más tardes. El incesto lo sufri por parte de mi hermano cuando yo tenia 6 años, aun lo recuerdo como si hubiera pasado ayer, pero lo que aun me duele hoy en día es que cuando mis padres se dieron cuenta de lo sucedido recibi una buena golpiza al igual que mi hermano, y todo quedo en eso, nunca más se menciono el tema en casa, de hecho ellos solo nos golpearon pero en silencio sin emitir grito ni nada.

Desgraciadamente lo que para ellos concluyó allí, para mi no fue así, pues posteriormente tuve problemas de identidad y depresión que nunca conté por miedo, lloré y he llorado muchas veces en lo secreto de mi cuarto.
En general es una historia larga que contar, pero después de leer este blog me doy cuenta que todos tenemos la misma sintomatología: promiscuidad y sentirnos una mierda.

Hoy me enfoco 100 x ciento en mis estudios para no pensar en esos recuerdos. Creo que dirigir mis pensamientos hacia otros rumbos me ha servido de mucho aunque de vez en cuanto el cumulo de recuerdos me deprime por unas cuantas horas.

Anónimo dijo...

hola
es dificil hacer esto pero no se como o que hacer al respecto me siento muy culpable..........

cuando tenia entre 3 años de edad mi tio abuso sexualmente de mi creo recordar la primera vez que lo hizo me llamo y me llevo a su cuarto me subio a una silla o algo asi no recuerdo que dijo fue una palabra vulgar que en ese momento no entendi me puso de espaldas se bajo el pantalon y paso despues yo sali y vi a mi mama sentada junto a mi abuela le dije la misma palabra el me dijo pero no me tomo importancia...

eso siguio pasando hasta los 8 años mas o menos
pero lo peor y lo que me hace sentir tan culpable es que no lo detuve nunca dije nada incluso llego a mostrarme pornografia, depues a ir a mi casa y buscar tambien la pornografia que tenia mi papa, lo encontraba se lo lleva y luego lo traia de regreso...

incluso me lastima tanto saber y recordar que quiza yo lo disfrutaba porque recurdo una imagen en la que esta entre mis piernas haciendome sexo oral y yo le sostenia la cebeza como si me agradara es tan asqueroso eso me ha hecho pensar que soy de lo peor que eso paso porque yo lo quize asi
durante algunos años ya no recordada eso hoy tengo 20 años eso nadie lo sabe solo yo estudio psicologia me da miedo pensar que estoy aqui por lo que me ocurrio quiero seguir adelante con mi carrera quiero ser feliz pero no se que hacer con este asunto quisiera que alguien me orientara, se que puedo tomar terapiua peo no se como empezar por eso decidi escribir aqui... quiza lo disfrute y soy un ser repugnsnte sufto por mis recuerdos pero quiero ser feliz....

Miguel Adame dijo...

Amiga

Estamos aquí para ti, para ayudarte, no estas sola.
no tienes la culpa, eres una victima inocente que necesita y merece ser feliz.

Analía dijo...

Mi padre me tocaba, me decía que un juego, que yo era su princesita y que no tenía que decírselo a mamá, porque era una relación nuestra muy especial. Pero no recuerdo si alguna vez me penetró o me masturbó sin la ropa puesta. Tengo en la memoria la imagen de su pene, pero no sé cómo fue que lo llegué a ver, y además, los hombres no me gustan, pero me excita mucho que me hagan lo que mi padre me hacía. Una de esas cosas que me gusta hacer con los hombres es sentarme sobre sus penes pero con la ropa puesta, y la verdad es que no recuerdo haberlo hecho con mi padre. Los recuerdos más nítidos que tengo son de los cuatro o cinco años y son muy pocos, y estoy convencida de que hubo más, pero no sé qué ni hasta dónde llegó. ¿Puede ser que me haya violado y no lo recuerde? La primera vez que estuve con un hombre no sangré, lo cual es común, pero en mi caso me hace dudar. ¿Alguien sabe cómo puedo hacer para recordar?

Analía dijo...

Mi padre me tocaba, me decía que un juego, que yo era su princesita y que no tenía que decírselo a mamá, porque era una relación nuestra muy especial. Pero no recuerdo si alguna vez me penetró o me masturbó sin la ropa puesta. Tengo en la memoria la imagen de su pene, pero no sé cómo fue que lo llegué a ver, y además, los hombres no me gustan, pero me excita mucho que me hagan lo que mi padre me hacía. Una de esas cosas que me gusta hacer con los hombres es sentarme sobre sus penes pero con la ropa puesta, y la verdad es que no recuerdo haberlo hecho con mi padre. Los recuerdos más nítidos que tengo son de los cuatro o cinco años y son muy pocos, y estoy convencida de que hubo más, pero no sé qué ni hasta dónde llegó. ¿Puede ser que me haya violado y no lo recuerde? La primera vez que estuve con un hombre no sangré, lo cual es común, pero en mi caso me hace dudar. ¿Alguien sabe cómo puedo hacer para recordar?

Unknown dijo...

la vida de esta chica es parecida a la mia pero no era mi padre eran mis hermanos desde los 8 años todas las noches hasta los 14 que ya conoci al que hoy es mi marido y que la verdad que llevamos añs untos pero con muchas penas porque creo que lo que me sucedio me afeto mucho y en desconfianza hacia los hombres y con 21 años y con un hijo entraron dos hombres en mi casa y abusaron de mi y esa culpa creo que siempre se la heche a el por no estar conmigo,creo que eso marcha mucho a una persona desde la niñez ahasta ahora,bueno yo nunca conte mi historia a nadie solo lo sabe mi esposo pero necesito creo decirlo