lunes, 30 de julio de 2012

Dos generaciones de abuso sexual entre hombres


Sólo dos organizaciones civiles en México atienden el abuso sexual hacia los hombres en la niñez, una de ellas es Musas A.C. Aquí y a través del grupo Horus se reúnen sobrevivientes de este delito.
Uno de estos hombres habló con EL UNIVERSAL a través de un testimonio explícito que le llevó más de 18 años aceptar y recordar, para después revelarlo ante este grupo que trabaja para analizar y sanar las secuelas ocasionadas por el abuso sexual infantil.

Sebastián explica lo que vivió, a los tres años de edad, como si fuera un gigante que lo aplastaba y le causaba terror. Quiere dar su testimonio para que otros hombres sepan que existe un espacio seguro y terapéutico donde confluyen personas que han decidido sanar y romper el silencio.

Creció en la casa de su abuelo. Sus padres trabajaban y llegaban a casa de noche. El abuelo confiaba y convivía de manera particular con un primo hermano de Sebastián; fue este último quien utilizaba el juego como estrategia para acercarse a él. Después lo llevaba a pasear en auto, y luego lo conducía a un lugar donde el niño presenciaba las relaciones sexuales que Jesús (su primo- hermano) tenía con varias mujeres a la vez.

"Finalmente también abusó de mí, me sodomizaba, hubieron golpes", narra Sebastián.

A los 22 años viajó a Estados Unidos a un intercambio escolar. Fue ahí en una biblioteca, cuando leyó un libro que en sus páginas explicaba las secuelas de aquellos que viven abuso sexual en la infancia, entre otras, una constante tristeza, "entonces los recuerdos rodaron uno a uno como si fuera una avalancha que me llevó a rememorar todo cuanto Jesús me hacía, el terror que sentía ante sus amenazas que perduraron hasta que mis padres dejaron la casa del abuelo y nos fuimos a vivir a otra colonia. Después, lo que siguió en mi vida fue una tristeza recurrente cuando aparentemente no había razones para esto".

En este sentido, "las personas sometidas a situaciones crónicas de golpes y violencia presentan debilidad gradual en sus defensas físicas y sicológicas lo cual se traduce en un incremento de problemas de salud, enfermedades sicosomáticas y depresión", se acota en la obra De frente a la Violencia Familar, de Edith Zúñiga Vega, Héctor Sánchez Pérez y David Orihuela Ordóñez.

"No sé explicar por qué tardé tantos años en recordar, pero los especialistas me han dicho que nuestra mente filtra, (como un modo de protegernos), las malas experiencias hasta que estemos maduros para tolerar ese tipo de vivencias tan devastadoras", agrega Sebastián.

Después de recordar lo ocurrido en su niñez y ya de regreso a México, Sebastián decide hablar con su padre para confesarle la historia de abuso de la que había sido víctima. Fue entonces cuando su padre le explica que él también había vivido abuso sexual en su infancia por el padre de Jesús. Hoy y desde hace cuatro años y medio Sebastián acude al grupo Horus con la esperanza de que su padre se incorpore para así sanar las secuelas ocasionadas por el abuso sexual que el también vivió en la infancia.

En su caso y durante muchos años Sebastián experimentó un constante rechazo hacia la sexualidad y recuerda que fue un niño tímido y ausente que pasaba muchas horas solo. "Yo pensaba que cualquier circunstancia que me llevara a la intimidad resultaría peligrosa, como si fuera una escalera que me condujera irremediablemente a una situación de violencia, humillación y caos", explica.

Agrega que fue muy difícil reconocer lo que le había sucedido, "pues existe un mito en cuanto a que todo aquel hombre que ha vivido violencia sexual en la infancia , será a su vez un agresor, o será homosexual".

Para Rafael Velásquez Contreras, terapeuta de Musas A.C. y responsable del grupo Horus, este concepto es erróneo, aunque reconoce que algunos hombres que han sido víctimas de abuso sexual en su infancia pueden mostrar cierta dificultad en la expresión de su sexualidad; sin embargo, el experto insiste en dejar claro que abuso sexual hacia un hombre durante la infancia, no es signo de homosexualidad a futuro.

En México por cada 10 mujeres que viven abuso sexual, seis hombres lo viven también. Se entenderá por víctima de abuso sexual como toda actividad sexual inapropiada para la edad del niño, cuando se le pide que guarde el secreto sobre dicho evento y/o se le hace percibir que si lo habla ocasionará algo malo a sí mismo, a la familia o al agresor.

"La definición anterior permite romper con algunos mitos existentes en torno a la víctima de abuso sexual infantil. El primero de ellos se refiere a que el abuso no es exclusivo de las niñas, pues también los niños son vulnerables a presentarlo aunque en menor medida, no sólo por parte de hombres sino también de mujeres. Estas lo hacen al forzarlos a exhibir sus genitales, o mostrarles pornografía, entre otras formas".

Datos relacionados con las víctimas refieren que la edad promedio de las personas que han reportado haber vivido abuso sexual en la infancia es entre los 8 y 12 años, las dos terceras partes de estas personas poseían bajos ingresos económicos, aislamiento social, además de mostrar gran necesidad de cariño, comprensión y cuidado.

En México, no existen investigaciones que reporten cifras exactas de la incidencia de abuso sexual, sin embargo ciertos datos reportan que 68% de la población ha estado expuesta a situaciones de violencia en general, de los cuales 5.4% refiere haber vivido abuso sexual infantil, según estudios de Medina, Borges, Lara, Ramos y Zambrano del Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente.

En un estudio realizado por la Secretaría de Salud con mujeres que han presentado violencia de pareja, se indica que 7.5% manifestó tener antecedentes de abuso sexual en la infancia.

"Estos números son sólo una aproximación de la verdadera realidad de abuso sexual, pues recordemos que son pocos los casos denunciados ya que el abuso sexual sigue siendo un tema que se calla y guarda dentro del hogar", refiere Velásquez Contreras.

Pese a lo anterior para el experto es importante al abordaje del problema con el fin de disminuir, en la medida de lo posible, cifras tan elevadas y aumentar la investigación a torno a este grave problema social "cuyas consecuencias en la estructura sicológica de quien lo padece son enormes".

 

Señales de alerta

Velásquez Contreras señala 12 formas en las que un agresor puede llevar a cabo el abuso sexual como son: posar desnudo; desvestirse frente al niño; exponer sus genitales para que le sean tocados o vistos; vigilar al niño cuando se desviste o va al baño; besarlo de forma prolongada como si se tratara de un adulto; acariciar al menor en abdomen o zonas genitales, o bien hacer que lo acaricien; masturbarse o hacer que se masturben frente a él; hacer que le hagan o hacer sexo oral; introducir el pene, objetos o dedos en ano o boca del infante y frotar su pene en el área genital de él. Todas estas conductas son tipificadas como abuso sexual.

A su vez, "existen factores que pueden asociarse a causas que generan el abuso sexual en niños como son el sistema patriarcal en que vivimos donde el poder y el dominio lo tienen los hombres y se abusa de estas situaciones; además de aquellas familias disfuncionales donde prevalece la violencia doméstica, se carece de afecto y comunicación con los hijos.

"Ciertas características de personalidad como la inseguridad, timidez, y miedos pueden favorecer a una mayor violencia sexual", agrega el terapeuta quien dice que lo importante no es saber cuántas alteraciones tiene una persona que vivió abuso sexual en la infancia, sino reconocer y aceptar que esta circunstancia realmente afectó su vida, y sobretodo que la persona puede lograr un cambio hacia la mejoría a través de grupos especializados en el tema.

Para Sebastián su encuentro con el grupo Horus ha sido fundamental, pues normalmente los hombres no hablan de su sentir, y él puede hacerlo ante otros hombres que han vivido experiencias semejantes a la suya según refiere.

"Una experiencia de este tipo deja con mucho odio por dentro y esto repercute en todas las áreas de nuestras vidas; por eso es tan importante romper el silencio ante otras personas que conocen lo que significa que otro abuse de nosotros con tal de sentirse poderosos", dice quien asegura que en el grupo Horus ha encontrado las herramientas para trascender y dejar atrás la amargura, el odio, el resentimiento y el temor que sintió durante más de una década.

"El viaje es duro, pero la recuperación y la tranquilidad que viene después es real", aporta quien ha decidido aún no enfrentar a Jesús hasta que tenga la fortaleza necesaria para hacerlo, aunque sabe que cuando lo tenga enfrente le dirá que quien debe cargar con toda la vergüenza de lo que ocurrió cuando era niño es él, el propio Jesús.

"Yo ya sé, y estoy seguro de que no tuve la culpa", concluye.

Maltrato infantil y abuso sexual



Un primer aspecto sobre el abuso sexual es que éste tiene que inscribirse en el amplio espectro del maltrato infantil, sino se quiere correr el riesgo de fetichizar el abuso, de descontextualizarlo y deshistorizarlo, o reducirlo únicamente a su componente sexual, sin tomar en cuenta la complejidad de su constitución.

El maltrato infantil es una práctica normalizada a nivel social, solo recientemente puesta en duda en consonancia con los avances en el reconocimiento de los derechos humanos, y en las consecuencias clínicas y psicosociales de dichas prácticas. Junto con el abandono, el maltrato psicoemocional, el castigo físico, entre otros, el abuso sexual es una modalidad de maltrato infantil, de hecho es probable que el niño o niña abusada sexualmente cuente con antecedentes de maltrato, o que el abuso se realice en un contexto de maltrato infantil.

La inscripción del abuso sexual dentro del espectro del maltrato infantil nos remite necesariamente al campo familiar, en particular a la configuración del sistema y la estructura familiar, a los vínculos paterno y materno filiales, a los riesgos psicosociales y al perfil caracterológico de los padres. Lo anterior debido a que el maltrato infantil es una expresión de graves alteraciones al alguno de estos campos o en todos, configurándose así un espacio de impunidad posibilitador del maltrato infantil y del abuso sexual.

De esta forma tenemos dos inscripciones: el abuso sexual como una forma de maltrato infantil, y el abuso sexual en el contexto del maltrato infantil. Estas dos particulares inscripciones nos permiten complejizar el abuso sexual crónico-vincular dentro de la familia, normalmente de tipo incestuoso, pues este tipo de abuso forma parte de una cadena de abusos familiares, no solo sexuales, sino psicológicos y fisiológicos. Esto da pie a considerar las formaciones familiares organizadas por traumas y los traumas transmitidos transgeneracionalmente.

El abuso sexual deja de ser un evento aislado, un acto solipsista de un sujeto trastornado donde el niño o la niña solo son espectadores afectados de esas perversiones. Esto nos plantea serios problemas en la comprensión de la dinámica tramatogénica del abuso sexual, pues la trasgresión vincular antecede por mucho al acto mismo del abuso. Por eso, podemos decir, que el abuso no inicia propiamente durante la interacción sexual, ni siquiera aún durante la etapa de acercamiento o confianza, sino que inicia desde la configuración de los fantasmas inconscientes referidos a traumas sexuales no resueltos en los sistemas familiares transgeneracionales.

En mi experiencia clínica he podido constatar este tipo de antecedentes a través de ciertas operaciones clínicas, una de ellas, la de una historiografía psicogenealógica, nos permite rastrear los traumas y subtraumas transgeneracionales que producen ciertos síntomas, ya sea toxicomanía, alteración de los vínculos amorosos, duelos inconclusos, rituales compulsivos, secretos, exclusiones, etc. Aún más, es posible entrever la presencia casi sutil del fantasma incestuoso y sus múltiples paradojas, las cuales revelaran una especie de radiografía clínica de las estructuras psíquicas familiares, muchas veces neuróticos, otras psicóticos, a veces perversos o simplemente limítrofes.

La cuestión del sistema y la estructura familiar y sus correspondientes fantasmas inconscientes, también nos remite al campo psicosocial de las políticas subjetivas y de las políticas familiares. La familia en tanto unidad sociológica es proclive a los cambios históricos, no solo de aquellos marcados por los acontecimientos imprevisibles, sino por los modos de producción simbólica. En este caso, la familia es el lugar por excelencia de producción subjetiva, a su vez, un mediador operativo de los discursos ideológicos hegemónicos.

La cuestión resulta de fundamental importancia en la comprensión del abuso sexual infantil, pues esto supone cuestionar las políticas familiares que producen estos perfiles sistémicos de familias maltratadoras y abusadoras, pues pareciera que esta familia no son una desviación, sino la normalidad de las familias. Resulta preocupante, pues esto supone admitir que el abuso sexual viene preformado en el propio código de barras de la familia. De aquí que la lucha en la prevención del abuso sexual vaya más allá de este epifenómeno y nos remita a sus aspectos estructurales, históricos y psicosociales, en particular, al modo de producción subjetiva de la familia.

Desde este punto de vista es posible concebir a la familia como un aparto ideológico, y también como un espacio posibilitador de subjetividades alternativas, así como productor de nuevas prácticas sociales y discursivas. Sin embargo esto aún es muy incipiente, sobre todo en lo que respecto al análisis y reflexión crítica que puede suponer el abuso sexual, que como podemos ver, al profundizar en esto nos lleva cada vez más a una crítica social e ideológica.

Las puntualizaciones agudas del feminismo con respecto a las estructuras patriarcales, al falogocentrismo, al perfil machista y misógino de la cultura, son aspectos que recobran su cabal importancia al momento de circunscribir el abuso sexual dentro del maltrato infantil y las estructuras sociales productoras de cierto tipo hegemónico de organización familiar. De alguna forma la perspectiva de género ha posibilitado dicha crítica, pero ha sido el movimiento feminista el que ha nos ha ofrecido las herramientas de análisis desconstructivo de un sistema social y cultural productor de dispositivos de control y sometimiento de lo femenino, de lo infantil, de lo animal. Dominación, control, disección, violación. Procedimientos propios del paradigma falogocentrico, de su epistemología colonizadora y conquistadora.

La sexualidad infantil es pues objeto de esa episteme perversa, expropiada por una pulsión dominante que necesita ser justificada en sus motivaciones, disponiendo de un aparato simbólico que permite su comisión de forma impune y perpetua.