domingo, 5 de junio de 2011

Los hombres deben comenzar a hablar del abuso sexual

Brigitte Hauschild*
En todo el mundo, también en Nicaragua, el abuso sexual sigue siendo el crimen más silenciado y menos condenado. Sigue siendo una endemia.

Desde hace tiempo reflexiono sobre una pregunta que no se aparta de mi mente: ¿Quieren los
hombres realmente que el abuso sexual termine? ¿Quieren los hombres realmente una vida sin violencia? ¿O se queda esta lucha para una vida sin violencia siempre una lucha de las mujeres?

Hace poco tuve un encuentro en Berlín con un hombre, psicólogo, “especialista en traumas
causados por las torturas políticas”, y le hice la misma pregunta. Y él me contestó: “Los hombres no tienen que hacer nada, ya que ellos tienen el poder”. ¿Es cierto eso, o cuándo empezarán los hombres a hacer algo en contra del abuso sexual? Y no sólo pienso en esos hombres que son los abusadores. Pienso en todos los hombres, seres humanos que no abusan de su poder y que, por eso, podrían solidarizarse con nosotras, las víctimas y sobrevivientes de abuso sexual en la niñez, con facilidad y en voz alta. Podrían expresar públicamente su rechazo al abuso sexual, su preocupación por este problema, sus reflexiones dirigidas hacia sus congéneres. ¿Por qué no lo hacen? Esta cuestión me ocupa y me preocupa. En Nicaragua las cifras son alarmantes.
En un taller de capacitación que realizamos en 2007, casi un 45 % de las 205 participantes nos contaron que sufrieron abuso sexual en su niñez de parte de hombres, familiares o cercanos a la familia. ¿Será éste el promedio en todo el país? ¿Reflejarán estos números lo que está sucediendo por todas partes?

Cuando invitamos desde el Movimiento Contra el Abuso Sexual (MCAS) a toda la población
nicaragüense a compartir en esta columna semanal sus ideas sobre cómo erradicar esta epidemia, estábamos llamando también a los hombres a que hablaran.

Como sobreviviente, acompaño a otras y a otros que sufrieron abuso sexual. Habiendo pasado por un doloroso camino para sanar, sé que jamás borraré de mi memoria los peores años de mi vida; sé que perdí definitivamente los años alegres y felices de la niñez y la adolescencia. Pero también sé que tengo mucha vida por delante, ofreciéndome la alegría y la felicidad que no tuve entonces, aunque la merecía. Por la experiencia de incesto que sufrí en mi niñez, y por la felicidad que siento ahora después de mi proceso de sanar, trabajo desde algunos años con las mujeres y para las mujeres que llegan a Wildwasser, en Berlín, y apoyo los esfuerzos de las mujeres que se dedican al mismo trabajo en Aguas Bravas Nicaragua. Muchas mujeres trabajan en esta misma dirección en Nicaragua.

Pero no es suficiente. La tarea de erradicar el abuso sexual y la violencia sexual contra niños, niñas y mujeres es una tarea de toda la población, de todas las personas, de políticos, de funcionarios, de juezas, de maestras, de científicos, de artistas. Debería ser también un esfuerzo priorizado en los movimientos sociales y comunitarios de Nicaragua, tanto entre los que se agrupan en la Coordinadora Civil como en los que se organizan en los CPC. Las consecuencias del abuso sexual no sólo causan dolor y enfermedades en las víctimas y sobrevivientes, afectan emocional y económicamente a toda la comunidad, a la sociedad entera.
Esto no es sólo tarea de mujeres, debe ser también una tarea que los hombres prioricen. En
Nicaragua existe una organización de Hombres contra la Violencia. ¿Es suficiente? ¿Basta con “una” organización de hombres que reflexionan sobre sus propios comportamientos violentos y sobre una nueva masculinidad? ¿Cómo hacer llegar esta inquietud, esta responsabilidad a muchos otros hombres que han empezado a preocuparse por este problema y que están regados por todos los rincón hablar de cómo viven su ser masculino, cómo están creciendo, qué piensan de todo esto?

No dejo de soñar con el día en que los hombres que no abusan de su poder se integren a la lucha contra el abuso sexual con voz alta y hechos coherentes, y también sueño con el día en que los hombres que han sido abusadores sexuales formen “grupos de abusadores anónimos”, espacios en los que reflexionen y analicen juntos qué los convirtió en abusadores y qué necesitan hacer para no continuar abusando de su sexo y de su poder.

Son sueños. Sueños que nos deben llevar a reflexionar y a actuar para cambiar la sociedad, para construir una sociedad que respete las diferencias, que elimine el hambre y la pobreza, que aprenda a resolver los conflictos con el diálogo y no con la violencia. La cultura patriarcal que domina el mundo desde hace miles de años ha legitimado las guerras y todo tipo de mecanismos violentos y de abuso de poder, diseñados por hombres y controlados por hombres. Si queremos una sociedad sana, si la queremos realmente democrática y verdaderamente digna, los hombres que no abusan de su poder deben comenzar a hablar.

Trabajo corporal ayuda a recuperar el cuerpo


Brigitte Hauschild*

Desde que nacemos solamente tenemos contactos corporales, a través de ellos nos orientamos en este mundo y aprendemos sobre nosotras mismas, sobre nuestras propias necesidades como sed y hambre, por ejemplo. También experimentamos con nuestros cuerpos las emociones que nos causan las personas que nos rodean: el cuerpo se siente feliz y relajado cuando nos brindan cariño y nos ofrecen apoyo, así el cuerpo aprende de confianza y de seguridad.

Con el abuso sexual en la niñez esta relación con nuestro cuerpo fue seriamente dañada, el cuerpo siente el peligro que representan las personas de su alrededor y busca un sinnúmero de mecanismos para ajustarse a su mundo. Todos los problemas corporales que presentamos las sobrevivientes a lo largo de nuestra vida tienen su origen en nuestra lucha para adaptarnos a nuestra realidad de abuso.

Aunque no tengo muchas memorias de mi niñez, yo recuerdo que desde muy pequeña nada me gustó de mi; ni mi pelo, ni mi cara, ni mi cuerpo. Me sentía fea, mis padres no me dijeron lo
contrario, hasta la edad adulta me comí las uñas. Cuando empecé a tener busto caminaba en una postura como si cargaba con joroba, que a lo largo de los años me causó problemas en la espalda... Dormí por año y medio en un molde de yeso, sin que los problemas de la espalda se resolvieran.
También recuerdo que no sentí dolor. Era un juego durante mi niñez lastimarme y jactarme con eso, me sentía heroica; nadie puso mente a este comportamiento.
No cuidaba mi salud, ignoraba cualquier postura o movimiento de mi cuerpo, ignoraba así las
señales de enfermedades. Hacía muchas cosas para causarme dolor físico, pero no lo sentí, no estaba consciente de que no sentía mi cuerpo. Mi cabeza funcionaba y desde el cuello hasta los pies no sentía nada, pero no lo sabía, ya que pensaba así como “siento” así es sentir.
Durante la adolescencia agregué otros comportamientos autodestructivos: el comer mal, rápido y mucho, desarrollé ciertos desórdenes alimenticios. No llegué hasta bulimia o anorexia, pero durante varios días no comía y bebía diferentes líquidos tóxicos para hacerme vomitar, quería desaparecer, me sentía “bien” cuando estaba enferma, descuidaba totalmente mi cuerpo, ya que no lo quería y a veces sentía que mi cuerpo no era parte de mí o yo no era parte de mi cuerpo. En mis relaciones de pareja también se reflejaba este mal vínculo que tenía con mi cuerpo, fue difícil dejarme acariciar o tocar. No disfruté mi cuerpo, ni sentí placer.

En mi proceso de sanar aprendí que no solo necesitaba hablar e intercambiarme con otras mujeres verbalmente, sino entendí que tenía que luchar para recuperar mi cuerpo, sacarlo de la cárcel del abuso en el cual todavía vivía. Necesitaba re-conectarme con cada una de mis células, hacer paz con él, lograr quererlo y de esta forma aceptarme a mí misma. Mi cuerpo ha experimentado abuso sexual y cierta des conexión me ayudó para no sufrirlo tanto.
En todo mi proceso de sanar he realizado mucho trabajo de cuerpo, siento que los recuerdos estaban guardados en mi cuerpo y no tanto en la memoria. Para liberarme de estos recuerdos necesitaba el trabajo corporal. He tenido experiencias extraordinarias, ya que durante las sesiones del trabajo corporal mi cuerpo llegó a momentos de recordar el abuso a través de regresiones y experimentando estas regresiones mi cuerpo se liberó de estos recuerdos. Cada vez cuando tenía una experiencia con mi cuerpo me sentía con menos peso después de la sesión. .

En mi proceso de sanar cuando empecé a regresar a mí, me he dado cuenta de que muchas veces en mi vida hacía cosas sin sentirlas, por ejemplo, leía un libro y después que lo terminaba ya no sabía qué había leído. Desconectarme de lo que hacia, lo necesitaba para sobrevivir y me acompañaba aun cuando ya no vivía el abuso. Por eso era urgente integrarme, quedar presente en mi cuerpo y en mi mente a cada momento. Al comienzo no lograba sentarme más de un minuto en una silla o en el sofá, pues no aguantaba sentirme. En el momento de sentarme quise levantarme, ya que no aguantaba sentirme, pero aprendí a extender este tiempo y poco a poco empecé a disfrutar estos momentos conmigo misma. Hoy día es parte de mi vida, regalarme estas sensaciones de completa integración conmigo misma y sentir cada célula de mi cuerpo en todas sus dimensiones.


Mujeres sobrevivientes de abuso sexual que quieren o necesitan trabajar su cuerpo deben
experimentar varias formas para encontrar lo que ellas mismas sienten acertadas, puede ser baile, puede ser masaje, puede ser yoga, pueden ser simplemente caminar u otros ejercicios y algún día se van a sentir como yo: volviendo a los diecisiete después de haber vivido un siglo.

Son menores víctimas de su propia familia





La cantidad de niños atendidos de manera psicológica por ser víctimas de abuso sexual y violación ha aumentado en los últimos años, y la mayoría de ellos han sido violentados por familiares o personas conocidas, informó Alejandra Bazaldúa, coordinadora de Atención a Víctimas y Testigos de la PGJE en Tijuana.

Según la funcionaria estatal, entre enero y abril del presente año fueron al menos 100 menores, incluyendo a sus hermanos, quienes también son tratados, los que atendió la oficina a su cargo por haber sido víctimas de algún tipo de abuso, sin especificar cuántos de estos fueron de tipo sexual.

La psicóloga Carolina Miranda, catedrática de la carrera de Criminología en Unifront, explicó que abuso sexual se refiere a una persona que sufre de maltrato físico de índole sexual, psicológica y emocional, en contra de su voluntad, sin embargo la violación, incluye la penetración por parte del atacante.

El abuso sexual es cometido, en el 80% de los casos, por miembros de la familia, vecinos o amigos cercanos, indicó, mientras que el 20% restante se da en otros contextos, con personas desconocidas; además, mencionó que un adulto que haya sido víctima de abuso o violación y no haya recibido tratamiento, es casi seguro que continuará con el mismo patrón de conducta con los menores en casa.

“En muchas ocasiones, en la familia existe lo que nosotros llamamos un ‘Código de silencio’, que es cuando un miembro fue violentado por otro familiar y aunque se dan cuenta, nadie hace o dice nada, porque se creó un sentimiento de vergüenza, por lo que tienden a callarse”, dijo la catedrática.

Agregó que estas acciones, una vez que el ofendido crece y forma su propia familia, expone a sus hijos a la persona por la que fue agredido, ya que se suele pensar que ya pasó mucho tiempo y su atacante ya está viejo, por lo que lo perdona y hace como si nada hubiera pasado, lo que hace que el riesgo siga latente.

Perfiles

Las características que presenta un niño víctima de maltrato sexual difieren de acuerdo al caso en específico de cada menor, sin embargo, hay una serie de pistas que los padres pueden detectar fácilmente para saber si su hijo es abusado, indicó Miranda.

Los principales indicadores de abuso o violación son lesiones, hematomas en el cuerpo, sobre todo en el área genital, dolor al orinar, así como laceraciones y sangrado, además de molestias al tomar asiento.

Además, dijo que es común que se presente un cambio en el estado de ánimo, de manera drástica, “de ser un niño alegre, se torna violento o deprimido, o bien, tiene conducta regresiva, ya que vuelve a actitudes que se tenían cuando era más chico, como chuparse el dedo o mojar la cama”.

Aseguró que de acuerdo a la edad, él mostrará reacciones ante ciertas situaciones específicas, ya sea que las mire en televisión, o vea a su agresor, o algo el recuerde lo que él vivió, y lo más común es que la víctima llore al presenciar eso.

La apatía, la depresión, el retraso en el desarrollo cognitivo, así como el bajo rendimiento en la escuela, son otras señales en las que se debe poner atención; además el menor puede repetir la conducta de agresión con sus amigos o juguetes, por lo que es importante estar al pendiente de lo que hacen cuando sienten que los padres no los ven.

Por otro lado, se encuentra el lado oscuro, el perfil del agresor sexual, la doctora señala que un depredador sexual, en muchas ocasiones, suele ser la persona en la que más se confía, ya que suele ser una persona inteligente y que sabe disimular.

La mayoría del tiempo se muestra empático y logra ganarse la confianza de la familia de su víctima, además de que es un ser activo y funcional dentro de la sociedad, es decir, suelen tener un buen empleo, relaciones sociales estables y apoyo familiar.

Sin embargo, aclaró que también existe otro tipo de depredador, el cual viene de ciertos hogares disfuncionales, o bien, son inactivos dentro de la comunidad, es decir, adictos a alguna droga o con algún padecimiento mental.

“Es importante identificar al ofensor, y saber si hubo violencia, ya que cada quien va a utilizar ciertos elementos para realizar su ataque, y elegirá a sus víctimas de cierto rango de edad, ya sea infantes, niños o adolescentes”, aclaró.

Los niños no mienten

La doctora Miriam Neninger, reconocida sicóloga especializada en el tema de maltrato infantil, dejó en claro que los niños no mienten en temas de índole sexual, ya que su capacidad aún está inocente, y no tienen el alcance para inventar historias de ese tipo.

“Los niños no tienen por qué mentir, ellos aún no tienen la capacidad de inventar, mucho menos historias de ese tipo, por eso es que les deben de creer, ellos no mienten”, indicó la especialista.

Aseguró que es muy difícil para un padre, saber cómo reaccionar cuando se presenta una situación de este tipo, por lo que deben recordar que lo más importante son lo niños, y no deben concentrarse en cómo se sienten ellos, sino sus hijos.

“Es muy importante que mantengan la calma, porque los chiquitos ya están asustados, y temen que ustedes se enojen, así que van a estar atentos a lo que ustedes hagan, ustedes deben de crear un ambiente de paz y seguridad, para que el pequeño hable de su situación, sin que piense que lo van a castigar”, expresó.

Agregó que es crucial que los padres se muestren comprensivos y den su apoyo completo al menor, y que le hagan sentir que no fue su culpa lo que pasó, y que y que le enseñen que la situación que él vivió está mal, y que esa persona debe recibir un castigo, esto con el objetivo de que no amedrente más su autoestima; después se debe interponer la denuncia penal y comenzar la terapia.

Tratamiento integral

Adriana Lizárraga, directora del Grupo de Víctimas del Delito de la Procuraduría General de Justicia del Estado, señaló que una vez que se obtiene la denuncia penal de víctimas de abuso sexual o violación, de manera automática se canaliza a la familia completa a tratamiento psicológico.

La duración de cada terapia depende de la profundidad del daño en las víctimas, así como del tiempo que hayan padecido el maltrato, por lo que hay terapias que duran desde doce semanas, hasta dos años, o tal vez más, ya que la PGJE se encarga que tanto el menor como la familia queden dentro de un ambiente de seguridad.

“Por lo regular los menores que atendemos son personas de bajos recursos, cuando desisten de acudir a las terapias, tanto los papás como las víctimas, hacemos rescates, el área de trabajo social va y hace una visita domiciliaria y ve lo que está pasando”, comentó.

En caso de que la situación familiar impida que se siga recibiendo el tratamiento, la PGJE destina al sicólogo a realizar la terapia a domicilio, pues muchas de las razones es la falta de dinero para el transporte, o la falta de tiempo por el trabajo, por lo que es bajo el índice de deserción.

“En ocasiones cuando el niño es citado al juzgado para que declare sobre su caso, puede sufrir una recaída, por lo que es necesario que el tratamiento se prolongue”, aclaró, además de que las especialistas no dejan solo al menor, para darle fortaleza a la hora de hacer la declaración.

Por su parte Araceli Raygoza Parra, sicóloga de Atención a Víctimas del Delito delegación Tijuana, indicó que una de las funciones de la terapia es fortalecer al niño, para que pueda reincorporarse a una vida normal, incluso en el lugar donde fue el ataque, ya sea en casa o escuela.

Agregó que son las niñas las que más sufren de este tipo de violencia sexual, debido a que se encuentran en familias disfuncionales, donde la madre trabaja y se quedan a cargo de la pareja sentimental, ya que por lo general, es el padrastro el agresor.

“Si no se les da el tratamiento a los menores víctimas de abuso, es casi seguro que repetirá el patrón de agresores”, en el caso de las niñas, su personalidad se vuelve sumisa ante una situación similar, aclaró; por lo que recomendó a los padres observar, ya que nadie conoce mejor a los hijos.

Bazaldúa precisó que es importante que los menores convivan con otros niños, ya sea en la misma situación o no, con el objetivo de que socialicen y desarrollen otras aptitudes dentro de su entorno social, “esto no va a hacer que olvide lo que le pasó, pero le dará otra perspectiva de vida y aprendan a vivir con su caso con estabilidad”, mencionó.

Afirmó que es necesario trabajar también con los padres, ya que en muchas ocasiones son éstos los que de manera involuntaria le recuerdan al menor el trauma que pasó, ya que ellos mismos no lo pueden superar, por lo que el tratamiento de la PGJE incluye a toda la familia.

“¿Qué está pasando con las familias?, ¿qué está pasando con los adolescentes de 13, 14, 15 años que a lo mejor están en drogas?, ¿o que se salieron de la escuela?, hay que ponerles focos rojos a esta personas, porque tal vez ellos, si están en la calle y empiezan a juntarse con grupos delictivos, van a cometer actos delictivos también, por lo que la misma sociedad deja a los niños ser víctimas de ellos”, dijo.

Para finalizar, la funcionaria aseguró que es mayor el número de denuncias de tipo sexual donde el afectado es el género femenino, sin embargo esto no se debe a que el hombre o los niños no sean víctimas, sino que no lo denuncian por vergüenza, aunque cada vez más aumentan los casos.